A MI PERRO NO LE GUSTAN LAS VISITAS


Es un problema no excesivamente habitual, pero sí bastante molesto y limitante. Algunos perros se sienten muy inseguros cuando entran desconocidos en casa. Esta inseguridad se torna en miedo con el tiempo y su forma de expresarlo suele ser entendido como una conducta agresiva. Ladridos, gruñidos, mostrar los dientes, y demás señales de alerta son las conductas más comunes para expresar estas emociones. Tratar de corregir esos ladridos o gruñidos cuando se producen, además de ser poco efectivo, suele provocar más inseguridad y nerviosismo en el perro. Como siempre recordamos, la conducta es la manifestación de una emoción subyacente, trabajar directamente sobre ella puede llegar a ocultarla, pero seguramente no solucionará la emoción que la provoca y ésta buscará otra forma de manifestarse.

Nuestra forma de enfocar un problema de este tipo implica siempre tratar de comprender el origen del miedo. Es importante entender qué supone para el perro nuestra casa, que no es otra cosa que su guarida, y por tanto su lugar seguro. Una vez lo entendemos podemos ser conscientes de lo que implica para un perro que un desconocido, o alguien con quien no se siente seguro, entre en su casa. Y esto no es otra cosa que la “invasión” de su zona segura, aquella zona en la que el perro normalmente puede “bajar la guardia”, por parte de un agente generador de inseguridad y miedo. Cuando esto ocurre, el perro trata de comunicarlo mediante diversas señales. Nos lo intenta comunicar a nosotros y a la persona que invade su terreno. 

La respuesta que esperaría el perro a sus señales sería que el extraño le dejara espacio, se mostrara lo menos amenazante posible y respondiera mostrando calma. Asimismo, esperaría de nosotros que entendiéramos la preocupación que nos está transmitiendo, y actuáramos de forma acorde a ello. Pero no suele ser así. Es habitual que tanto nosotros como la persona que invade su espacio ignoremos las primeras señales sutiles de inseguridad que nos manifiesta el perro, y éste se sienta forzado a realizar señales de alerta más evidentes como el ladrido, el gruñido o mostrar los dientes. Es entonces cuando a nosotros nos parece inaceptable que nuestro perro ladre o gruña y reaccionamos; nos ponemos nerviosos, intentamos corregirlo alzando la voz, nos movemos de forma agitada, le recriminamos su actitud y conseguimos el efecto contrario.

Si cuando llega una visita a casa el perro se pone tenso, nos dice que tiene miedo, y nosotros actuamos de forma nerviosa, lo único que estaremos provocando es que nuestro perro entienda que la situación nos supera y que realmente está justificado ese estado de alerta y tensión, pues también parece ser una amenaza para nosotros, su referente. Si por el contrario reaccionamos transmitiendo calma, le dejamos espacio, le permitimos tomarse su tiempo para que entienda la situación y le pedimos a la visita que actúe de la misma forma, pausando sus movimientos y esperando a que el perro se sienta seguro para avanzar, estaremos ayudando a que esa situación sea mucho menos traumática y amenazante para nuestro perro. Si además recordamos la forma que tienen los perros de entender los territorios y de conocerse mutuamente, deberíamos solicitarle a la persona que nos visita, que antes de entrar en casa permita que nuestro perro se acerque a su ritmo y pueda olfatearle, y solo cuando esto se haya producido avance. Cuanto más previsibles nos mostremos nosotros y la persona que entra en nuestra casa, menos necesidad de estar alerta tendrá nuestro perro. 

Es además interesante mencionar que siempre será positivo ofrecerle a nuestro perro la opción de tener una salida a otro lugar de la casa donde pueda relajarse y  mitigar esa sensación de inseguridad, y quizá si se siente seguro volver, pero solo si es su decisión.

Nuestra función, en definitiva, debería ser la de ayudar a nuestro perro a entender que una visita no es un motivo de peligro, y sobre todo, que en su casa, en su guarida, en su espacio, él es respetado y nadie buscará el enfrentamiento con él si se siente inseguro. El hecho de sentirse vulnerable en su propia casa suele tener efectos colaterales que se reflejan en varios aspectos de la vida del perro, provocando un estado de mayor ansiedad, un peor descanso y una mayor reactividad.

Comentarios

Entradas populares