El paseo, su momento


Mantener el equilibrio emocional de un perro no es una tarea sencilla, a ojos neófitos o descuidados es fácil que pasen desapercibidas infinidad de señales que nos indican que nuestro compañero no lo está pasando bien. Y no es fácil conseguir este equilibrio, no porque los perros sean complicados o exigentes, sino porque en la mayoría de casos les obligamos a adaptarse a un entorno realmente complejo para ellos. Nuestra sociedad actual, eminentemente urbana, nos lleva a vivir en pisos, a pasar pocas horas en casa, y a vivir en un estado de prisa y urgencia constante, que creemos imprescindible para adaptarnos a la modernidad de los tiempos. Nuestras complejas normas de urbanidad y sociales van conformando un entorno nada amable para unos seres gregarios como son los perros. Sin darnos cuenta tratamos de ajustar a los perros a este ritmo, que poco o nada tiene que ver con su ritmo natural y sus necesidades, y es aquí donde empiezan a generarse sus problemas. La sensibilidad del Shiba inu, que nos pone a flor de piel estos problemas, es un indicador muy evidente cuando las cosas no funcionan, algo que en otras razas no primitivas puede pasar desapercibido.

Si analizamos el día a día de un perro doméstico, no nos costará darnos cuenta de que pasan entre 22 y 23 horas de su día metidos en unos pocos metros cuadrados, una gran parte del tiempo solos, y en el mejor de los casos acompañados por algún otro perro. Esta situación, de la que probablemente no hayamos tomado del todo consciencia, tiene una serie de implicaciones para el estado mental del perro que, con un poco de empatía, no nos deberían ser difíciles de intuir. Necesidades físicas, sociales, o exploratorias quedan reducidas a las pocas horas de paseo que les brindamos, y eso nos debería llevar a realizar una profunda reflexión… ¿Cómo es el paseo de mi perro? Bien, ese es el ejercicio de observación que debe hacer cada uno y responderse a sí mismo esta pregunta, solo esperamos que al final del artículo podáis tener las herramientas adecuadas para poderos responder sinceramente.

Para poder entender mejor cómo debe ser, vamos a analizar las necesidades básicas que necesita saciar el perro en estas salidas:

Necesidades sociales: los perros, al igual que nosotros, son animales sociales, y por mucho que los hayamos adaptado a nuestro medio, y mediante la domesticación hayamos conseguido crear vínculos fuertes con ellos, necesitan el contacto periódico con sus congéneres, ya que éste es imprescindible e insustituible. Su carácter gregario está en su biología, y privarlos de esta faceta de su vida acarreará problemas que se manifestarán de forma colateral como la ansiedad, el estrés, o la hiperactividad. El contacto físico e intercambio emocional con otros perros no tiene parangón respecto a cualquier otra actividad que pretendamos hacer con ellos. Y si bien es cierto que el convivir con otro perro puede ayudar mucho, no puede nunca llegar a cubrir la amplia variedad de interacciones que necesita un perro a lo largo de su vida… ¿cómo nos sentiríamos nosotros si solo pudiéramos interactuar estrechamente con una sola persona la mayor parte de nuestro tiempo?¿y si no pudiéramos hacerlo con ninguna?

Necesidades exploratorias: el olfato es el sentido más desarrollado del perro, y la utilización del mismo supone la brújula con que guiarse en el mundo. Dentro de casa el perro conoce perfectamente su espacio, pero su mundo necesita ser mucho más amplio, y sobretodo conocer muy bien el territorio que envuelve su morada, y a aquellos individuos con los que comparte las zonas de ruta, y eso lo hace olfateando sus marcas y sabiendo donde va a ser olfateado por sus vecinos. El paseo es en este sentido, el reconocimiento diario del territorio donde viven, y eso indudablemente un elemento de seguridad para el perro.Además, el descubrir olores nuevos, de plantas, árboles, desechos, excrementos, comida y tantos otros materiales, ayudará a complementar su espectro olfativo. Cuanto más pueda explorar olfativamente un perro, más saciado emocionalmente se sentirá, con todas las implicaciones positivas que ello conlleva.

Necesidades físicas: falsas creencias nos han llevado a pensar que los perros necesitan agotarse para estar tranquilos en casa. Esto ha provocado que proliferen los deportes caninos realizados con perros, los cuales en su mayor parte implican la satisfacción de una necesidad por parte del propietario, más que una satisfacción del propio perro. Llevar al perro atado a una bicicleta, o llevarlo a correr con correa no deja de ser una imposición para el perro, la imposición de un ritmo que no es el suyo. Un perro, de forma natural nunca realiza carreras largas sin olfatear la zona, sin pararse, sin observar, sin quizá volver por sus pasos… ¿no nos tiene eso que hacer pensar que en realidad nuestro perro no está disfrutando de esa actividad? De igual forma, tratar de cansar a un perro lanzándole una pelota de forma continuada se aleja mucho de una conducta natural, y tiene más implicaciones negativas que positivas en el bienestar del perro... y la vista están las consecuencias en cualquier pipi-can. Si realmente queremos saciar a nuestro perro, tratemos de observar como gestiona él su energía durante un paseo suelto… seguramente él nos dará todas las pistas.

Necesidades de autonomía: a pesar de que estas necesidades podrían estar incluidas en el punto anterior, creemos importante darles el estatus que se merecen y otorgarles un punto por sí solas. Probablemente sean de las necesidades que más nos cueste asimilar y requieran de un mayor esfuerzo de empatía para entenderlas. Pero solo pensemos en cómo se llevan a cabo la mayoría de paseos por ciudad… Sí, efectivamente, con un collar o arnés y atados por una correa, habitualmente corta. Esto quiere decir, que cuando nuestro perro entra en contacto con el mundo exterior, en ese limitado tiempo diario, lo hace siempre condicionado por cómo manejemos nosotros la correa, es decir, por cómo le permitamos nosotros interaccionar con el mundo. Y esto quiere decir que nosotros mediaremos entre él y su entorno, transmitiéndole normalmente nuestro ritmo, nuestros miedos e inseguridades. Es por tanto evidente que el perro no podrá tener el control sobre algo tan básico como su propio cuerpo, su propio tiempo y su propio espacio. Para ser concretos, esta necesidad se puede resumir en la posibilidad de que el perro se sienta dueño de su propio cuerpo en un entorno abierto, es la necesidad de tener el control sobre sí mismo e interactuar libremente con el entorno. Saciar esta necesidad implicará en el perro un mayor autocontrol y seguridad, así como una menor dependencia.

Necesidades fisiológicas de eliminación: las dejamos en última posición de forma intencionada, no porque sean menos importantes, sino porque es poco menos que una obsesión por parte de los propietarios que el perro haga sus necesidades en la calle. La vieja idea de que los paseos se rigen porque el perro haya hecho o no sus necesidades sigue muy latente, y la fijación por esto es uno de los factores que provocan que el paseo pierda calidad. Respecto a esta necesidad, tan solo es necesario decir que si el paseo cumple todos los requisitos anteriores, el perro saciará esta necesidad sin la menor dificultad.

Hemos podido ver todas la necesidades que tiene que satisfacer el perro en esa escasa hora que tiene y necesita al día, pero la sensación que nos queda es ¿seremos capaces de conseguirlo? Y la respuesta es sí. 

Seremos capaces de ello si utilizamos una herramienta, un estado de ánimo y tres reglas básicas:
  1. La herramienta adecuada será una correa larga de 3 a 5 metros (NO extensible) que nos permita intentar que el paseo con correa sea lo más parecido a como si él fuera suelto.
  2. Un estado de ánimo relajado. Intentando disfrutar nosotros del paseo, contagiaremos al perro nuestra percepción. Puede parecer obvio, pero a veces las cosas más obvias son las que pasamos por encima.
  3. Propiciar y permitir al perro olfatear, olfatear y volver a olfatear a su ritmo, sin prisas y sobretodo sin intervenciones, confiando en él, dejándole disfrutar de esa actividad a su ritmo y con tiempo. El paseo ideal no es aquél en el que nos marcamos una distancia por recorrer, puesto que será el perro quien marcará su ritmo, y si un día quiere ir más lento quizá no lleguemos a ese parque que tanto nos gusta y entonces no deberemos aceleraremos el paso, ya que ese tránsito lento es parte del paseo en sí y el perro lo estará disfrutando. Si hemos de marcarnos algo, es preferible que nos marquemos un tiempo de paseo, a una distancia de recorrido, esa será la una mejor forma de respetar el ritmo del perro. Recordemos que el paseo no es una contrarreloj ni una marcha militar.
  4. Favorecer los encuentros con perros y permitir al perro relacionarse con los perros que él quiera relacionarse. Esto implica permitirle que se acerque a los que él quiera, pero nunca obligarle a acercarse a los perros por los que él no muestre interés. Es importante que nuestros miedos no se contagien a nuestro perro, ya que al final los haremos suyos, y cada perro con el que se cruce será motivo de inseguridad para él. De igual forma, nuestras prisas no deben provocar que nuestro perro no pueda aprovechar esos momentos de contacto social que le brinda cada paseo.
  5. Permitir al perro ir suelto un rato al día, no es necesario que sea todo el paseo, pero un rato de libre interacción al día con su entorno es una bálsamo que puede ayudar a estabilizar y solucionar muchos problemas emocionales del perro. Poniendo atención a estas pautas, haciendo del paseo un momento más consciente, intentando facilitar que sea armónico y fluido, encontraremos un momento para los dos, un momento en que ambos disfrutemos, y aunque pueda sonar idílico y cándido, ésta será la forma más práctica y sana de fomentar el vínculo con él, sin necesidad de ejercicios de obediencia, refuerzos en forma de comida, ni ejercicios artificiales…     

Poniendo atención a estas pautas, haciendo del paseo un momento más consciente, intentando facilitar que sea armónico y fluido, encontraremos un momento para los dos, un momento en que ambos disfrutemos, y aunque pueda sonar idílico y cándido, ésta será la forma más práctica y sana de fomentar el vínculo con él, sin necesidad de ejercicios de obediencia, refuerzos en forma de comida, ni ejercicios artificiales… Los perros han caminado al lado del hombre por más de 40.000 años, sin correas, sin órdenes, ni ejercicios, sencillamente porque han querido seguirnos y acompañarnos en este camino de la evolución. En los últimos tiempos nuestras vidas se han complicado y parecemos habernos olvidado de las cosas más sencillas y básicas, pero ellos no lo han hecho. Los perros siguen siendo iguales, francos y sencillos, y si se lo permitimos, y les prestamos atención consciente, no tardarán en enseñarnos que ellos no han olvidado que adoran pasear a nuestro lado, y recordarnos que probablemente no haya para ellos actividad más placentera que seguirnos y estar pendientes de nosotros mientras paseamos tranquilamente juntos.   

Así que un consejo final: la próxima vez que salgas a pasear con tu perro, cuando le estés poniendo la correa, deja en casa el móvil y las preocupaciones del día, y observa cómo es vuestro paseo.

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