¿Permites a tu perro comunicarse adecuadamente con otros perros?




La gestión de su tiempo y su espacio es una de las herramientas que tiene cualquier individuo para conseguir el desarrollo óptimo de sus interacciones con el mundo. Poder interactuar correctamente con el medio es esencial para el equilibrio interno de cualquier organismo. Cuando la relación con el entorno no es adecuada los problemas son continuos y afectan a diferentes niveles. En seres sociales esta necesidad es especialmente intensa, y tiene como componente esencial la interacción con individuos de la misma especie. 

Para que estos intercambios se produzcan de forma fluida, los animales sociales necesitan adquirir una serie de herramientas de comunicación. La predisposición genética favorece de forma muy importante su aparición y desarrollo, pero el aprendizaje juega un papel crítico. Este aprendizaje no puede tener lugar de otra forma que no sea mediante el intercambio intraespecífico, es decir, con individuos de su misma especie.
"La comunicación entre los perros es eminentemente corporal. Así como los humanos usamos principalmente la voz para comunicarnos, ellos son los maestros de la comunicación no verbal y están, por tanto, continuamente comunicando."
A pesar de que la cultura popular asocia la comunicación canina al ladrido, comparativamente éste suele ser uno de los recursos menos usados para comunicarse entre perros, utilizado además de forma secundaria a otras señales, y restringido a situaciones de cierta excitación o tensión. La comunicación entre los perros es eminentemente corporal. Así como los humanos usamos principalmente la voz para comunicarnos, ellos son los maestros de la comunicación no verbal y están, por tanto, continuamente comunicando. Esto implica que un perro que se comunica efectivamente con sus congéneres es un perro que ha aprendido a utilizar correctamente su cuerpo para ello. 

Existen, por tanto, dos factores esenciales para el correcto desarrollo de las herramientas de comunicación de un perro: por un lado, el ya mencionado aprendizaje de sus congéneres; por otro, evidentemente, el permitirle usar su cuerpo de la forma más autónoma posible. Y es aquí donde cometemos nuestro principal “pecado”. Las correas cortas, los tirones, nuestras prisas, nuestros miedos, etc. son obstáculos que impiden que los perros puedan desarrollar de forma adecuada aquello que necesitan y para lo que están biológicamente preparados: comunicarse y relacionarse calmadamente con otros perros. Si empezamos a tomar consciencia, observaremos que nuestras intervenciones no son otra cosa que ruido e interferencias para algo tan natural como es la comunicación entre congéneres que “hablan el mismo idioma” y necesitan “hablar” entre sí.

Perros y humanos compartimos el hecho de ser animales sociales. Nosotros necesitamos relacionarnos con otras personas, cuando lo hacemos de forma tranquila y amable, nos sentimos cómodos y vivimos experiencias enriquecedoras. Pero estas experiencias también pueden ser desagradables. Imaginemos una situación en la que al tratar de saludar a otra persona dándole la mano, un tercero nos lo impide porque no entiende porqué lo hacemos, además nos interrumpe continuamente mientras hablamos, nos apresura para que acabemos, y nos presiona físicamente para sacarnos de ahí. Esta situación será estresante, probablemente no acabe bien y nos llevaremos un mal recuerdo de ella. Si realizamos un pequeño ejercicio de empatía, nos daremos cuenta de que la situación que acabamos de describir es, en algunas ocasiones, a la que forzamos sin querer a nuestro perro, prácticamente no dejándole otra salida que no sea reaccionar mal.

En el vídeo de cabecera podemos observar el ritmo natural que adopta este perro para asegurar un acercamiento tranquilo con otro. Probablemente con correa y con prisa, no se hubiera permitido que este acercamiento se produjera de esta forma. Si tenemos presente que los perros no hacen las cosas porque sí, sino que sus acciones tienen un propósito, estaremos en disposición de observar más y empezar a plantear hipótesis más fidedignas de porqué los perros actúan de determinadas formas. Este camino seguro que nos ayudará a entenderlos mejor, y a darnos cuenta de que cada perro tiene su propio ritmo para cada situación, porque cada interacción es distinta a la anterior.

¿Qué opináis? ¿Por qué creéis que este perro ralentiza de esta forma su ritmo? ¿Quizá el otro perro no le inspira confianza? ¿La otra persona le provoca inseguridad? ¿Es quizá porque ve que el otro perro necesita que él ralentice su ritmo para sentirse más seguro? Si lo habéis observado en vuestro perro alguna vez ¿cómo habéis actuado?



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