¿Tu perro necesita obediencia o paciencia?


En la convivencia diaria con nuestro perro podemos encontrarnos una serie de situaciones en las que nuestros intereses están contrapuestos a los suyos. Es decir, nosotros queremos que nuestro perro haga algo, y él no tiene ganas o no se siente cómodo haciéndolo. Si nuestro perro no quiere cumplir con lo que le pedimos, lo primero que se nos viene a la cabeza es que es un perro desobediente o maleducado, lo cual tiende a provocar una cierta tensión en la relación.

En un gran número de ocasiones nuestro perro no realiza aquello que le pedimos porque no nos entiende, como respuesta a esto tendemos a ponernos nerviosos, elevamos nuestro tono de voz, tensamos nuestra postura corporal, y le apremiamos invadiendo su espacio. Todo esto genera en él una mayor inseguridad, y suele provocar que se bloquee, quedándose inmóvil o alejándose de nosotros. En ese momento la comunicación está rota. 

Cuando esto ocurre solemos pensar que la única solución es la obediencia. Para llevarla a cabo solemos recurrir al adiestramiento, ya sea por métodos tradicionales con castigo (por suerte cada vez más denostado), o mediante el refuerzo positivo. Siendo infinitamente mejor la segunda, con el paso del tiempo suele perder gradualmente su efectividad ya que se sustenta en una motivación extrínseca y depende de los premios. Teniendo en cuenta además que la obediencia posiblemente no sea la mejor base para una convivencia.

Pero existe otra alternativa, desde nuestro punto de vista más sólida, que genera beneficios perennes en la convivencia. Ésta no es otra que mejorar la comunicación. La comunicación bidireccional. Si empezamos a comprender como se comunican los perros, aprendemos a conocer como manejan su tiempo y su espacio, y actuamos en consecuencia, veremos que nuestras interacciones mejorarán notablemente sin la necesidad de entenderlas como órdenes de un líder hacia un subordinado. Si aprendemos a observarles sin excitarlos, no nos costará darnos cuenta de que su ritmo natural es diferente al nuestro, y suele ser más pausado, será entonces cuando aprenderemos a valorar una herramienta que siempre llevamos encima, pero de la que no solemos hacer tanto uso como dederíamos, la paciencia.

En este vídeo podemos observar una situación cotidiana y bastante común: pedir a nuestro perro que suba al coche. En este caso además se trata del final del paseo, por tanto, lo que le pedimos a nuestro perro es que suba al coche para que finalice algo de lo que disfruta mucho. No hay adiestramiento previo, no hay premios, ni órdenes a realizar inmediatamente, solo hay comunicación hacia un objetivo sencillo y común, irnos juntos. Si nos fijamos, el perro evidencia que no tiene muchas ganas de subir, se sienta, se rasca, realiza movimientos de cabeza para distraer nuestra atención en él,...va a su ritmo. Pero si nuestra comunicación es clara, y permitimos que él se tome su tiempo para entender lo que le pedimos, sin necesidad de llamarlo, de apresurarlo, de ponernos nerviosos, acaba aceptando aquello que le indicamos, que nos complace, y que va en beneficio de la convivencia.

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